Este pensamiento es de lectura recomendada para todos aquellos a los que la música nos hace erizar la piel o anudar la garganta. Abstenerse las personas para las cuales la música sólo configura una diversión.
La noche se cierra como un gran abrigo. Pero, paradójicamente, no cubre sino que delimita un espacio donde la imaginación, la fantasía y muchas veces la ocasión permiten diálogos o reflexiones que serían impensadas en otras circunstancias. Además esa noche viene adornada desde la lejanía con el sonido de una guitarra que, en un 4 x 4, desgarraba el aire con un blues.
-Estás escuchando?
-Si. Hoy en lo de Cesar hay una fiesta o algo así. De ese tipo de reuniones temáticas. Las organiza los primeros viernes de cada mes. Hoy creo que era de blues.
-Si claro. Si lo que está sonando es “Three o clok blues”, un clásico.
Se hizo un silencio mientras los amigos se pierden en el empedrado de Artigas. En la esquina, ya con mayor nitidez, llega el “do séptima” que, como un tobogán, da paso a la inconfundible voz de B.B. King.
-Un clásico? Para vos qué es un clásico?
-Del género del blues me refiero. Y por supuesto interpretado por el Rey. Un clásico? Ehh, mirá te lo voy a poner por letra. Un clásico tiene la C de Cadencia.
Entonces, al llegar a la plazoleta, el bajo y la batería los envuelven en un vaivén seductor y contenedor que hace imposible no seguirlo con el pie o con el chasquido de los dedos de la mano. –Entendes? a eso me refiero.
-Un clásico tiene la L de Lentitud.
Justo en ese instante, el compás baja en ritmo y decibeles y la canción entra en un estado de letargo, interrumpido por las sordas notas del órgano hammond . –Escuchá bién, se trata de una Lentitud para dejarse apreciar, para que cada matiz nos llegue bien adentro.
-Un clásico tiene la A de Armonía.
La plazoleta ya quedó atrás y comienza a verse el típico amarillo de las luces del bar. A esa distancia se manifiestan uno a uno los acordes cromáticos que se interrogan y se contestan, se agreden y se miman. Todo crea un clima imposible de soslayar. –Mira, ves? Piel de gallina. A eso me refiero. Cada ves que lo escuchas te va a ocurrir exactamente lo mismo.
-Un clásico tiene la S de Sobriedad.
Por los ventanales, se dejan ver los contornos de las siluetas. También por los ventanales emerge, como salido del vientre de la canción, el sólo de guitarra. Conductor punzante que llega a la boca del estómago y obliga a entrecerrar los ojos para “imaginar” las altas escalas. –Nunca vas a escuchar una nota de mas. Tiene lo justo para ser perfecto. Emociona.
-Un clásico tiene la I de Imán.
Dicho esto ambos amigos, casi sin darse cuenta, trasponen el umbral del boliche y buscan una mesa cualquiera. Ahora, guitarra, bajo y voz comienzan a dibujar la parte final de la obra con tal fuerza que casi obliga a seguirla , al menos con un tarareo si no se puede pronunciar el ingles. –Te das cuenta el poder de atracción que tiene? Entramos y nos sentamos sin siquiera preguntárnoslo.
-Un clásico tiene… otra ves la C? la C de Clase, Calidad, Categoría.
Marca la batería y la banda completa cierra en una catarata de sonidos identificables, claros y por sobre ellos, Lucille coloca la última nota en el altar de la música. –Un final así sólo un clásico se lo permite.
No se trata de un número en vivo, no obstante desde algunas mesas se desgranan aplausos que seguramente no pudieron ser contenidos por los emocionados aplaudidores.
Enseguida , empalma otro desconocido tema de un desconocido autor con una desconocida guitarra. Se incrementa el murmullo en lo de Cesar como tratando con desdén a la nueva canción que vocifera por los parlantes. Como dándole la espalda a la nueva propuesta musical a pesar de que todos son bluseros y que tal vez la conozcan.
Uno de los amigos interroga al otro mientras ambos brindan con vino fino natural.
-Te faltó una letra.
-No, no me faltó nada. Mirá a tu alrededor. Un clásico condena al Olvido al resto.
La noche se cierra como un gran abrigo. Pero, paradójicamente, no cubre sino que delimita un espacio donde la imaginación, la fantasía y muchas veces la ocasión permiten diálogos o reflexiones que serían impensadas en otras circunstancias. Además esa noche viene adornada desde la lejanía con el sonido de una guitarra que, en un 4 x 4, desgarraba el aire con un blues.
-Estás escuchando?
-Si. Hoy en lo de Cesar hay una fiesta o algo así. De ese tipo de reuniones temáticas. Las organiza los primeros viernes de cada mes. Hoy creo que era de blues.
-Si claro. Si lo que está sonando es “Three o clok blues”, un clásico.
Se hizo un silencio mientras los amigos se pierden en el empedrado de Artigas. En la esquina, ya con mayor nitidez, llega el “do séptima” que, como un tobogán, da paso a la inconfundible voz de B.B. King.
-Un clásico? Para vos qué es un clásico?
-Del género del blues me refiero. Y por supuesto interpretado por el Rey. Un clásico? Ehh, mirá te lo voy a poner por letra. Un clásico tiene la C de Cadencia.
Entonces, al llegar a la plazoleta, el bajo y la batería los envuelven en un vaivén seductor y contenedor que hace imposible no seguirlo con el pie o con el chasquido de los dedos de la mano. –Entendes? a eso me refiero.
-Un clásico tiene la L de Lentitud.
Justo en ese instante, el compás baja en ritmo y decibeles y la canción entra en un estado de letargo, interrumpido por las sordas notas del órgano hammond . –Escuchá bién, se trata de una Lentitud para dejarse apreciar, para que cada matiz nos llegue bien adentro.
-Un clásico tiene la A de Armonía.
La plazoleta ya quedó atrás y comienza a verse el típico amarillo de las luces del bar. A esa distancia se manifiestan uno a uno los acordes cromáticos que se interrogan y se contestan, se agreden y se miman. Todo crea un clima imposible de soslayar. –Mira, ves? Piel de gallina. A eso me refiero. Cada ves que lo escuchas te va a ocurrir exactamente lo mismo.
-Un clásico tiene la S de Sobriedad.
Por los ventanales, se dejan ver los contornos de las siluetas. También por los ventanales emerge, como salido del vientre de la canción, el sólo de guitarra. Conductor punzante que llega a la boca del estómago y obliga a entrecerrar los ojos para “imaginar” las altas escalas. –Nunca vas a escuchar una nota de mas. Tiene lo justo para ser perfecto. Emociona.
-Un clásico tiene la I de Imán.
Dicho esto ambos amigos, casi sin darse cuenta, trasponen el umbral del boliche y buscan una mesa cualquiera. Ahora, guitarra, bajo y voz comienzan a dibujar la parte final de la obra con tal fuerza que casi obliga a seguirla , al menos con un tarareo si no se puede pronunciar el ingles. –Te das cuenta el poder de atracción que tiene? Entramos y nos sentamos sin siquiera preguntárnoslo.
-Un clásico tiene… otra ves la C? la C de Clase, Calidad, Categoría.
Marca la batería y la banda completa cierra en una catarata de sonidos identificables, claros y por sobre ellos, Lucille coloca la última nota en el altar de la música. –Un final así sólo un clásico se lo permite.
No se trata de un número en vivo, no obstante desde algunas mesas se desgranan aplausos que seguramente no pudieron ser contenidos por los emocionados aplaudidores.
Enseguida , empalma otro desconocido tema de un desconocido autor con una desconocida guitarra. Se incrementa el murmullo en lo de Cesar como tratando con desdén a la nueva canción que vocifera por los parlantes. Como dándole la espalda a la nueva propuesta musical a pesar de que todos son bluseros y que tal vez la conozcan.
Uno de los amigos interroga al otro mientras ambos brindan con vino fino natural.
-Te faltó una letra.
-No, no me faltó nada. Mirá a tu alrededor. Un clásico condena al Olvido al resto.