LA RECALADA LITERARIA

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PUERTO DE ESCRIBIDORES


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    HIJOS NUESTROS

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    Dalmita


    Mensajes : 1
    Fecha de inscripción : 23/05/2016

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    Mensaje por Dalmita 23/5/2016, 14:53

    Llegué sobre la hora. Unos minutos antes, tenía un mensaje en mi teléfono: "Hay mucho gente. Creo que venían a ver la del chileno y la pibita, pero se quedaron sin entradas. Y bueno, sacaron para la de la sala 3. Pero ya tengo las nuestras. Buscame en la fila". La luna se refleja redonda y brillante en el Congreso vacío. Es sábado y otoño. No veía tanta gente en ese lugar desde que se estrenó una que casi gana el Oscar.
    Me escabullo entre las ancianas, las parejas, los amigos. Le pido permiso a un señor para que me deje pasar y no se mueve. Gesticulo ofendida. "¡¿Lo viste?!", le digo mientras lo beso.
    Tenía un libro en la mano. Brasilero. Yo venía con Hemingway en la cartera. Tres amigas que sobrepasaban los 60 años, cada una, conversaban entre ellas aunque, me confiesa, ya le habían recomendado otro del mismo autor y admitido que, a pesar de ser bosteras, habían escuchado muy buenas críticas y decidieron ir juntas a verla. Nos pidieron que por favor no las tratemos de usted.
    "¿Vos vas a querer ir a Pippo después? Podemos ir a ese naturista que nos gusta". Creo que ganó Pippo. 
    Nosotros íbamos a ir a comer un sandwich de bondiola a un bolichito en Moreno y Pasco que nos habían recomendado. En la barra y con birra. 
    Me llama la atención uno con gorro de piluso que recorre la fila al grito de "¿A alguien le sobra una entrada? Cambio entrada por la de Darín, dicen que está muy buena". Tenía una heladerita portátil en la mano. Calculo que adentro estaba llena de Gatorade.
    Se suma otro con el equipo deportivo, escudo en la campera, escudo en el pantalón. Qué lindos colores tenemos, pienso.
    El boletero es el mismo que corta los tickets, así que hasta que no vende la última entrada, la cosa no arranca. Ya estamos en hora.
    Nos toca. Entran los que llegaron muy temprano. Ahora, nuestro turno.
    Elegimos un buen par de asientos.
    "Traje caramelos", le aviso. Me besa.
    Entran el de gorro de piluso y el del equipo deportivo. Esto va a estar bueno, pienso otra vez. Trajeron amigos. Y la heladerita.
    "Vengo del barrio de Boedo..."
    Aplaudimos. Nos sumamos.
    "...barrio de murga y carnaval..."
    Se apagan las luces.
    "...te juro que en los malos momentos..."
    Nos quieren callar.
    "Dale dale Matador, dale dale Matador"
    Empieza la función.
    Producción; dirección; con la actuación especial de... 
    El escudo cuelga del espejo retrovisor.


    Dicen que estamos todos de la cabeza...
    Hijos Nuestros.
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    Mensaje por La Recalada 24/5/2016, 10:30

    Están todos de la cabeza!
    Hermosa aguafuerte porteña Dalmita.
    Gracias!
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    Mensaje por La Recalada 5/6/2016, 12:32

    Aprovechando este hilo de pasión futbolera que inició Dalmita, y aprovechando la ausencia de Adolfo que no le da oportunidad para ponerme excusas para publicarlo, subo este relato en el que me identifico más con la Morsa que con el muchacho, pero eso no me impide disfrutarlo y emocionarme con su sentida remembranza.


    Adolfo Pintos escribió:
    LA BOMBONERA
     
    Miro el reloj por enésima vez, por enésima vez bajo el cordón y puedo ver hasta Juramento. Nada. Maldito feriado. Pasa un taxi, un 404, más atrás, muy despacio, otro. Este es un Falcon. Ambos vacíos. Llegaré?
    Otro taxi más atrás, pienso “olvidate, con lo que tenés, no llegás ni a Pacífico... “ Literalmente estoy en Pampa y la vía... qué tendrá eso de especial? No lo sé. Tal vez, alguna vez me entere. Muy al fondo de Luis María Campos veo al fin su silueta azul, un 64, qué macana, es de los viejos. Saco del bolsillo un par de billetes, por enésima vez los recuento y sigo esperando. Por qué tan lento? Apurate! Levanto en soledad la mano, frena con exasperante parsimonia y abre la puerta, de un salto estoy frente a la boletera y, con gran solvencia y serenidad, digo “Hasta Ibarlucea y Brown”.
    Sin arrancar todavía, sin poder ver sus labios escondidos tras el bigote, me pregunta: “Uhhh vas a la Bostería?”. Encima me tocó un gracioso! Cómo se habrá dado cuenta? Por la dirección o por el gorro y la camiseta azul y amarilla?
    Si no fuera por los 50 kg, 50 cm. y 30 años que nos separan, con qué ganas le diría “Arrancá, cobrá y callate boludo!” Pero sólo me salió un tímido “A la catedral querrá decir”, con una sonrisa, por cierto bastante boba. Me da el boleto y el vuelto, miro por el espejo, sólo veo una mujer de unos 50 años que mira la escena desde la cuarta fila y al fondo un hombre, no sé decir de qué edad, dormitando con la cabeza apoyada contra el vidrio. Miro al chofer, también por el espejo, y le digo: “Me puede avisar”. Levanta la vista al mismo espejo y me dice: “Si me olvido, te vas a dar cuenta”, entre risas, mientras se aprieta la nariz con dos dedos de la mano izquierda.
    Le sonrío y agradezco con mi mayor falsedad posible mientras pienso: “Además de boludo, es de River...”
    Me siento en el primer asiento, por suerte, la batata fileteada empieza a acelerar. Sin escalas hasta Dorrego. Bien, falta 1 hora 25 minutos, no, 23 minutos.
    Justo hoy tenía que ser el acto del colegio! Maldita doble falta, por qué me ratearé tanto...
    Llegando a Pueyrredón, vuelvo a hacer cuentas. 1 hora y 4 minutos, parece bien, pero igual la batata podría apurarse un poco... Escucho un “Primera vez?”. Miro para adelante y veo a Bigotón que me mira. “Este hasta el Nobel no para!” pienso, y le contesto “Sí, va a estar bravo, Vélez viene bien”. “Ves que son unos muertos, ya te estás atajando, salvo a Bianchi, no tienen nada” y se ríe con ganas festejando su pavada. “Cuándo terminará este tormento”.
    Dobla en Yrigoyen, bien, va mejorando la cosa. “Che, juega Maradona?” pregunta la Morsa, y continúa “Diez palos por ese gordo, qué paquete se comieron jajaja”. Dibujo una forzada sonrisa, y vuelvo a mirar por la ventanilla... vamos bien, nadie en la calle, menos en las paradas... Casa de Gobierno, Paseo Colón, cuando pasa por el Otto Krause pienso: “Pensar que hace 2 horas, estaba acá, ay vieja, por qué no me dejaste ir con el uniforme... 53 minutos. Falta poco. Dobla en Argerich. Me parece ver... sí, allá está, todavía se ve chiquita. Ya estoy. Miro de reojo a la Morsa esperando algún chiste alusivo pero no, va cantando y acomodando billetes. “Mirá para adelante” grito adentro mío, “nos vamos a estrellar!”
    Veo los galpones de la casa amarilla y pienso en mi abuelo, 35 años haciendo este recorrido a las 4 y media de la mañana. El año pasado se jubiló como director. Me contó que de su oficina se veía la Bombonera. Qué extraño, tanto tiempo frente a la más, y siempre siguió siendo pincha.
    Mirá que te rogué que me trajeras, pero siempre me decías “el mercado de papas no es para chicos, cuando sea grande vaya solito”. Acá estoy... seré grande? Faltan 34 minutos. “Bajate en esta, 3 cuadras para adentro” señala con el dedo y con cara de bonachón. Al final, no era tan tarado. Cuando estoy abajo, me dice “Suerte pibe, no llores mucho a la vuelta”. Por qué la arruinaste? Venías mejorando. Lo miro, me armo de valor y le grito “Callate gallina” y arranco orgulloso de mi hazaña, ya rodeado de camisetas azules y amarillas.
    Por fin en territorio amigo. Uno de pullover grita “A lo chori, a lo chori” frente a un tambor cortado al medio que humea como una locomotora. Faltan 2 cuadras. Uno me dice “Pibe correte, ahí viene la 12”. Me subo al cordón, faaaaa, son enormes. “Dale Booo, dale Booo” vociferan. Cuando terminan de pasar, levanto la vista, y ahí estaba: esssss... essssssssss gigante, la torre olímpica, las tribunas. Vuelvo a mirar a la hinchada, qué ganas me da de entrar con ellos. Tal vez, cuando sea más grande. Al fin veo, en una de las puertas el “Socios” con letras azules y fondo amarillo. Con el carnet en la mano izquierda y con la otra empujando, consigo ponerme en una fila. Ya estaba cerca del paraíso! Llego al control, que tenía al lado un policía de sobretodo azul y cara de pocos amigos, toma el carnet, y me dice “Socio menor, tenés que ir a la platea de mujeres... “. “Noooo” le digo, “ya tengo 12, en 4 días cumplo 13, déjeme entrar, cómo voy a ir con las mujeres”. Me da el carnet, se ríe y, mandón, dice: “No vayas al medio, va a haber mucha gente”. Cuando paso, se da vuelta y me da una patadita en la cola, me doy vuelta, y me guiña un ojo. Qué genio! Nada que ver con la Morsa!
    El túnel es ancho, gris cemento, unas pocas tortugas metálicas te dan algo de luz, llego a la primera escalera y empiezo a subir. Qué olor a pis... capaz la Morsa tenía algo de razón.
    De repente, noto como todo empieza a temblar, el techo se mueve. No se caerá esto? y todos los que tengo alrededor saltando de a dos escalones, empiezan a gritar dale Booo como poseídos. Unos metros más y, al fondo, veo algo de luz, pero cada vez se mueve más todo, no será un terremoto, como en el ’79? Me acerco más a la luz, y por un costado veo el verde del césped. Cómo me late el corazón, por favor! Cuánta gente! Dónde me meto! Ahí veo el arco, unos 40 escalones abajo. Arriba, veo cómo el anillo de la primera bandeja vibra y vibra. Ahí está la 12. Tal vez cuando sea más grande... Hay un extraño vaho en el aire. Huele a paty, chorizo, grasa y, sobre todo, a pis... Dónde me ubico? No se ve de ningún lado... De repente empiezan las bombas y casi un rezo que viene de arriba. Los muchachos peronistas todos unidos triunfaremos... qué extraño. No todos cantan esta vez... Luego de la marcha y aplausos, siempre desde arriba, vuelve a vibrar el cemento. “Se va a acabar se va a acabar la dictadura militar”. Tampoco todos cantan, tampoco todos saltan. Pero de repente, se me empieza a poner la piel de gallina, ahora sí, todo se mueve, el techo, el piso, a mi alrededor todos empiezan a saltar, no veo nada, sólo gente, escucho bombas y más bombas y un “Dale Booo” suena como un trueno, una y otra vez, confieso me siento aturdido, casi asustado pero conmovido, el poco cielo visible se cubre de papeles. Quiero emitir algún grito pero no puedo, tengo un nudo en la garganta, disculpen, ahora no puedo, después, además ya está saliendo a la cancha el Diego, y Miguelito, y Mouzo.
    Disculpen de nuevo, cuando termine les cuento, déjenme disfrutar de este 9 de julio del ’81 que seguramente no voy a olvidar.
     
    Adolfo Pintos



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