MAGIA *
"Como por arte de magia, un gesto suyo, casi imperceptible, le aceleraba su corazón. Con su varita mágica invisible, sostenida suavemente entre sus largos dedos, lo inmovilizaba. Y luego, dos palabras, también mágicas, lo volvían a esa especie de realidad que lo hacía levitar". Había pensado en el transcurso de la noche.
Una cuadra antes del pub donde iría a emborracharse si nada mejor ocurriera, decidió prender ese cigarrillo. Mientras palmeaba por cuatra vez uno a uno sus bolsillos, una repentina luz lo sorprende, el humo no le permitía ver quién le estaba ofrecienfo fuego, pero adivinó que se trataba de una mujer por el perfume.
Ahora el humo del cigarrillo y la brumosa noche le impedía ver su rostro. Pero su mano y su largo brazo eran suficiente. Y la invitó a beber con él, por el fuego, por la noche, por la soledad. Pero... de dónde había salido, pensaba.
Para él había sido una aparición.
El ambiente penumbroso, las copas de champán, la música suave, el humo de cigarrillos, sus ojos, los de ella y su mano que se acercaba lentamente a la suya, lo conmovía.
No estaba consciente o por lo menos, no del todo. Aún su piel no había si quiera rozado la de ella.
Fueron dos wiskys cada uno, antes del champan. Fueron dos nombres, tal vez falsos. La charla pasaba de un tema a otro, nada de hablar del pasado, solo esos destellos de sus ojos y su cabello enrulado que le cubría parte de la cara le importaban en ese momento. Sentía que todo se movía a su alrededor. Raro, faltaba mucho alcohol para eso.
Mientras le contaba como saber si una yegua tiene chances para ganar una carrera, o de que manera hay que mirar al jokey en la gatera, la música se detuvo, apareció en escena el presentador. Aumentó la intensidad de la luz mientras convocaba al ilusionista que haría su rutina.
Aprovechó para ver su rostro, luego se detuvo en el escote, volvió a mirarla a los ojos. Ella lo estaba mirando también y fué la primer sonrisa que se dispensaron. Tuvo que beber hasta terminar la copa. Tenía que pensar. Ella se disponía a disfrutar del espectáculo.
El anuncio del show de magia parecía propio de un gran hotel de Las Vegas. La diferencia estaba entre las 500 personas promedio de un lugar como esos y las treinta, contando a los empleados del lugar y al mago. treinta y una, tal vez, si es que el ilusionista hacía aparecer a esa chica de entre sus objetos.
Una pequeña explosión seguida de una nube de papelitos brillantes, dieron paso a la aparición del artista que inmediatamente, luego de frotarse las manos, lanzó al aire dos palomas blancas y luego, dos más. Se escucharon los aplausos, pero el único grito de admiración salió de su mesa. Él aún analizaba su mareo, no podía ser por lo que había bebido. Aflojó su corbata y desprendió el botón del cuello de su camisa. Se sintió mejor. Le causó gracia el entusiasmo con el que ella miraba el show y reconoció que su primera impresión sobre su aspecto, había sido muy pobre. Ahora, viendola de perfil y riendo, su belleza se exaltaba, parecía tener diez años menos que la mujer que le diera fuego en la calle.
Asdrubal, el mago, terminaba con la primer parte de su rutina e ingresaba un enorme espejo al centro del escenario. Como era lógico pensar, requeriría de la colaboración de una persona del público. Debía ser mujer y si fuera posible, muy bonita. Inmediatamente, y para su sorpresa, ella extendió su largo brazo y con un "Hey, aquí!" se hizo notar. El mago titubió, miró a su alrededor y dijo: " Hay muchas mujeres bellas aquí, pero solo una valiente" y la fué a buscar a su mesa. Un apretón de manos para él y un beso a la dama y juntos caminaron hacia el escenario.
Nuevamente la luz desapareció, solo quedó una línea que iluminaba el centro del escenario, ella fué ubicada de tal manera que se viera su espalda y su imagen de frente en el espejo. Poco a poco, la luz aumenta, ahora se distingue perfectamente. El mago le pide que levante un brazo, lo hace y se ve en el espejo perfectamente, luego le pide que gire, luego que se incline hacia adelante y apoye la mano en el vidrio. Todos esos movimientos se reflejaron correctamente.
De pronto el mueble que soportaba al espejo se desploma sobre el escenario provocando un estruendo, el mago ya no está allí y ahora, dos mujeres exactamente iguales y vestidas de la misma manera, quedan de frente al público, una sonriendo y saludando y la otra, completamente confundida. Los aplausos se demoraron por la consternación del público que lentamente comenzaba a ponerse de pié para demostrar su admiración.
Bajó el telón.
Sólo en su mesa, bebía mientras pensaba en lo sucedido, la gente lo miraba, como intentando descubrir su complicidad en el acto.
Que noche de confusión, pensaba. Sentía cierta incomodidad y a su vez, ansiedad por saber de ella. En ese momento, una mesera se acerca y le entrega la cuenta y un papel que decía: "Pagá, retirate del local y esperame en el café de la esquina, en treinta minutos estamos".
Final Mágico
En el café, esperó. Esperó. No tanto por esperarla, si no por las pocas fuerzas que tenía. A la hora y luego de pagar por todo el café que había tomado, se levantó de la mesa con cierta dificultad y encaró el regreso a su departamento, estaba cerca solo unas seis cuadras.
Me habré deprimido? Pensaba. Porqué este desdén?
Ni si quiera sé su nombre, se decía a sí mismo y en voz alta.
Hubiera sido entretenido salir con una mina Maga, si es que lo fuera, discurría con muy poca claridad. Seguía abrumado.
Ya frente a la puerta del edificio, comienza a buscar las llaves, se palpa varias veces los bolsillos. Nada. Vuelve a palparlos, sin resultado. Lo va a intentar nuevamente y recuerda que horas atrás, no pudo encontrar su encendedor. Miró hacia todos lados pensando que esa hermosa mujer aparecería concluyendo una broma y le entregaría las llaves. Nada de eso.
Por suerte, llega al edificio el portero y lo hace entrar, lo acompaña a su departamento y le abre la puerta. Estaba muy mareado y confundido, solo le interesaba llegar a su cama. Se sacó los zapatos en el living y el saco con la corbata, antes de entrar a su habitación. Con algo de esfuerzo se quitó los pantalones y se desplomó sobre su cama.
Lo último que pensó antes de dormirse fué en ella y en todo lo que faltaba del departamento...
Daniel Y.