RESALTADORES
Por Raúl Barrozo
No es que Silvina sea obsesiva, o loca. Silvina es escritora. Por eso siempre anda con el asunto ese de los resaltadores, y tiene un color para cada cosa, y se la pasa resaltando en sus escritos. El verde agua para lo muy suave… el mostaza y el arcilla naranja rojizo para lo muy cálido y natural, el amarillo patito para la alegría, el verde musgo para lo más importante y así todo, como si hablara de colores de ropa, y después de todo, pensé, cualquiera puede tener preferencias por el color que quiera.
Ayer nomás ocurrió un hecho que se venía gestando de hace rato, porque yo mismo lo veía venir. Con Silvina compartimos Facultad y cursamos las mismas materias, por eso es que nos encontramos en la estación Carranza del subte D en más de una oportunidad a eso de las 9 de la mañana. Repleto el vagón, y ella que de pronto me saluda con un gesto de después hablamos, desde la otra punta del vagón y en la próxima estación, la de Palermo sale disparada por la puerta del medio, corre y trata de entrar de nuevo por la otra puerta de adelante y se sienten claramente las señales sonoras de puertas trabadas, y todo el mundo se asoma y trata de saber qué pasa, y sí, es Silvina nomás, que con medio cuerpo afuera pugna por pasar y sacarse esa puerta de encima, y encima qritando que son unos tarados éstos del subte, no me ven que quiero entrar de nuevo . Pasa que justo lo veo al Colorado que es el único que está trayendo directamente de fábrica y con fecha de vencimiento los verde musgo, que es el resaltador que más me interesa y menos consigo, y justo el que se cambiaba de vagón, al otro, no alcanzamos a llegar, bah, él sí, yo no, entonces me vuelvo y me zambullo en la primer puerta y a pesar de lo esquelética que soy no alcancé a meterme del todo, y los conductores que se acercaron diciendo que como hacía eso que el mecanismo había quedado trabado y que perjudicaba a toda la formación, más de quinientas personas que a esa hora iban a sus trabajos y que, basta pelotudo sacame de acá no ves que ni siquiera puedo respirar. Mientras se calmaba, leí como al descuido uno de sus microcuentos. Escribe lindo Silvina, pero le falta, pensé. Fueron nada más que 3 minutos para que fuera liberada. Le compré una coca y la llevé a que se sentara en un banco, mientras me decía todavía agitada y con los pelos sobre la cara… no había light ?
